lunes, 12 de octubre de 2015

Al cesar lo que es del cesar

        Debo comenzar por aclarar que soy gocho, soy de Mérida una ciudad pequeñita, pero enorme, en donde creci y he vivido muchos años, en la que se puede vivir, pasear tranquilo, caminar y disfrutar la ciudad sin el atore de las capitales cosmopolitas, una ciudad segura (o al menos lo era, creó que ya lamentablemente no tanto), en donde casi todos se conocen, si bien no de trató al menos de vista. Dicho esto, debo decir también, que amo este tipo de ciudades, me gusta la tranquilidad el calorcito que ellas tienen, por eso Caracas y yo nunca hemos sido grandes amigos; las colas, el desespero, el ajetreo, la gente empujándose no va conmigo.
        Últimamente por diversas situaciones he visitado la capital varias veces y me ha tocado ir sólo y algo corto de dinero, lo que quiere decir que fui a pie y sin plata para andar pagando taxis, esto de entrada me chocaba y hasta asustaba, andar por Caracas sin conocer bien y tener que andar en transporte público (camionetas, metro) era realmente algo que no pretendía hacer, pero cuando toca, toca. Y de verdad debo admitir que me lleve una muy grata sorpresa, resulta que como buen ser humano, le tenemos a lo que no conocemos, y si a esto le sumamos la mala publicidad, tenemos el monstruo que era para mi Caracas, de paso se que no es sólo para mi y en parte, por eso quiero compartir con quienes pueda este post, es muy cierto que en las horas pico tanto las camionetas como el metro van en extremo llenos, pero tiene su encanto la vaina, jajajajajajaja pero, cuando baja la locura de las horas picos, la ciudad te muestra una cara diferente que jamás verás andando en carro. Por ejemplo, de chacaito, por el country hasta la candelaria, a la altura de galerías avila un trayecto de una media hora sin tráfico comparti una conversación con un señor típico caraqueño, que de verdad me recordó lo buena nota que son los venezolanos; me monte varias veces en el metro y nunca tuve ni que empujar a nadie para entrar ni me empujaron; una la compartí con mi papá, a quien nunca me imagine montado en el metro y mucho menos diciéndome que es la mejor manera de moverse, conversamos de varias cosas, ya que el trayecto fue largo, de la California hasta la Hoyada, son como 15 estaciones y a pesar que de pana estaba nervioso, por el hecho de la paranoia con la que desgraciadamente vivimos, la conversación fue grata y amena, lo que me ayudó a relajarme, después empecé a mirar a la gente, lo que me relajó más, cada quien en su mundo, tranquilos y manejando sus dispositivos personales como si no estuvieran en Venezuela, claro, eso dentro del vagón y  las instalaciones del metro, porque a medida que los escalones los acercaban a la superficie los iban guardando y hasta escondiendo, lo que extrañamente me pareció normal, no se tapa el sol con un dedo y no podemos negar que la inseguridad esta desbordada en todo el país, pero al Cesar lo que es del Cesar, mucha de la paranoia con la que vivimos actualmente es más por la mala publicidad que por los hechos. De verdad debo admitir que estos viajes a Caracas no sólo cambiaron mi percepción de la ciudad, si no que los disfrute y estoy agradecido de haber tenido la oportunidad de disfrutar así como lo hice la capital cuando cada vez esta más cerca la hora de estar lejos...

1 comentario:

  1. Es cierto, el mayor enemigo siempre es el miedo y lo que mas nos asusta es lo desconocido. De eso se aprovechan quienes pueden tener algún beneficio de que vivamos con miedo y sobretodo con miedo de nuestros semejantes... Nos privamos de conocer gente maravillosa por esta razón.

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